martes, 23 de diciembre de 2014

Dios: Lo que es arriba, es abajo

 
Para mí Dios no existe como la figura que se le ha querido dar, es decir, como si fuese un Ser superior a nosotros y del que estamos a expensas.
No creo que haya un Dios que castigue ni que recompense, eso es una invención del ser humano ante acontecimientos que le suceden que no alcanza a entender.
Si por "Dios" entendemos algo que se escapa (de momento) a nuestras explicaciones racionales y que hace que el Universo responda ante unas leyes, entonces sí, estamos de acuerdo en llamarlo Dios.
Pero para mí, la figura de Dios se limita a un orden natural establecido donde funcionan leyes como la de "causa y efecto", de "polaridad", de "vibración"... que proporcionan un estado permanente de equilibrio.
 
No creo que seamos inferiores a ningún Dios, ni superiores a nadie ni a nada. No somos superiores a los animales, ni a las plantas, ni dueños de ninguno de ellos. Creo que somos compañeros de camino cumpliendo cada uno con unas funciones iguales de importantes e imprescindibles.
Para mí somos fractales de algo más grande, hechos exactamente igual y de lo mismo que "ese elemento original" pero, materializados en distintas formas, y cada uno con una misión. En lo que respecta al ser humano, nuestro problema es tratar de racionalizar y explicar todas las cosas que no entiende.
Se cree que un Dios es superior porque tiene una conciencia elevada, porque controla y modifica la materia, porque ama incondicionalmente, porque puede hacer milagros (magia), porque perdona.
Pero realmente es cuestión de conciencia. ¿Realmente alguien cree que no somos capaces de hacer todo eso?  
Desde siglos atrás nos hemos querido creer una película inventada por nosotros mismos: Dios puede hacer todo eso y nosotros no podemos hacer nada más que su voluntad.
Y creo que de alguna manera era necesario ya que nuestra conciencia y nuestra vibración lo marcó así porque no estábamos preparados para manejar tanto poder y tanto potencial. ¿Os Imagináis a seres con el simple instinto de supervivencia armados con metralletas? (...)
El caso es que cada uno tenemos una conciencia y cada uno tenemos una misión. Todas igual de importantes y de necesarias.
 
Aquello a lo que llamamos Dios, no es otra cosa más que conciencia. Nosotros en este plano, cuando elevamos nuestra conciencia y nos salimos de nuestras "limitaciones" autoimpuestas, somos capaces de hacer exactamente lo mismo que eso a lo que llamamos "Dios". Por lo tanto, no es cuestión de ser Superior o Inferior, sino de CONCIENCIA.
Los templos para orar a los Dioses son creaciones del ser humano, los textos sagrados son una interpretación del ser humano, y la forma de aplicarlos también.
 
Lo único que quiero decir con esto, es que detrás de todos los paradigmas actuales se esconde la conciencia del humano y que  durante siglos a todos nos ha venido bien pensar que somos seres limitados e incluso inferiores y sometidos a los deseos de una divinidad. Que incluso ese ser divino, si nos portamos mal nos puede castigar, y que sólo unos pocos pueden ser portadores de "la palabra del Señor".
 
No necesitamos intermediarios para sentir la magia fractal de esa conciencia elevada dentro de nosotros. 
"Dios" no necesita secretarios ni interpretes para transmitir sus leyes, ya que repito, somos parte de ello y ello parte de nosotros.
 
Hasta hoy, no nos interesaba ser conscientes del poder y el potencial que todos tenemos. Ese miedo colectivo a que todos seamos portadores de magia, ha hecho que durante siglos se haya inculcado la creencia de que somos seres inferiores, hasta el punto de creer verdaderamente que somos inferiores y sentirnos como tal.
Pero, ¿Qué pasa cuando alguna persona ya no se siente inferior a nada ni a nadie? En el momento en que alguien empieza a salirse de esos paradigmas se le tacha de soberbio, de altivo, de indecente, de egocéntrico, de prepotente, de indigno, de creerse superior a los demás... cuando en realidad lo único que está haciendo es romper con esas creencias instauradas. Decide jugar con la leyes del universo, empieza a comprenderlas y a saber manejarlas. Empieza a sentirse capaz de superar cualquier obstáculo, de vivir feliz y ser libre.  Empieza a CREAR su propia realidad porque está elevando su conciencia y está un poquito más cerca de la conciencia de "Dios".
Dicho de otra forma, desde ese momento empieza a crear su realidad como desea - como Dios - como lo que es.
En ese momento empieza a integrar el perdón y el amor incondicional. Empieza a ser coherentes con lo que es.
  
Una verdadera enseñanza debe predicar con el ejemplo. Por eso a Jesús se le llama Maestro, porque decía, hacía y manifestaba lo que su interior le pedía, independientemente de lo que le pudieran decir los demás.
La mayor limitación que tenemos los seres humanos es no poder Ser nosotros mismos porque creamos que no tenemos derecho a ser nosotros mismos o porque nos de miedo manifestar todo nuestro poder y potencial y a la vez nuestra individualidad.
 
Nuestro propio Dios interior va a equilibrar cualquier acto que hagamos. No necesitamos un castigador al que llamamos Dios porque no entendamos cómo funciona el juego.  Tampoco necesitamos a un Dios que "nos ponga en nuestro sitio" porque nos hayamos salido del camino.
El Universo está tan bien estructurado que aquello que emitimos nos viene de vuelta. Es PURA ARMONÍA, PURO EQUILIBRIO.
 
Si emitimos una vibración negativa, nos llegan resultados negativos. Si emitimos con una vibración positiva, recibiremos cosas positivas. Simplemente es el Universo y sus leyes manifestándose.
 
LO QUE ES ARRIBA, ES ABAJO.  
 
De manera que la CORRESPONDENCIA y la VIBRACIÓN nos mostrarán al Dios que se manifiesta tanto fuera como dentro de nosotros.
Si tenemos la percepción de estar bajo la sumisión de un Dios castigador, estaremos resonando con esa parte de nuestro Dios interior que vibra en el autocastigo y en la aparente ausencia de poder ante las situaciones que me rodean.
Recordemos que toda CAUSA tiene su EFECTO, y recordemos que si emito una vibración con una frecuencia negativa, la ley de vibración atraerá resultados que equilibren esa vibración. Es decir, recibiré resultados negativos. (Si quiero otros resultados tendré que emitir otra frecuencia, y no será un Dios que me recompensa, sino mi vibración que lo atrae).
Aunque algunos lo cataloguen de "justicia divina" o "castigo de Dios", simplemente será esa codificación Universal manteniendo en equilibrio y en armonía cada frecuencia de vibración que lo compone.
 
Dicho de otra forma, el Universo te devuelve lo que tú emites, a consecuencia de tu vibración. Por tanto, tú eres EL CREADOR de tu realidad. 
 

viernes, 12 de diciembre de 2014

La Individualidad del "Todos somos Uno"


Se habla mucho de la UNIDAD, de que todos somos uno, de que todos somos lo mismo, y estoy de acuerdo, pero ¿Qué pasa cuando la unidad nos aleja de los demás? ¿Qué pasa cuando sentir que "eres uno" nos agobia y no sabemos qué hacer?
Bueno, en realidad, no es cuestión de que no sepamos qué hacer, sino de que no queramos hacerlo. Me explico, cuando estamos con más gente ellos nos sirven para sacar a la luz todos aquellos aspectos y facetas que hay dentro de nosotros, las que se ven y las que no se ven, las que nos gustan y las que no nos gustan.
 
Está muy bien todas las personas que hablan de la unidad como que es algo natural en nosotros, algo que hemos venido a experimentar para crear otro concepto de realidad, pero... ¿Qué pasa cuando luego queremos escapar de nuestra propia "teoría zen"? ¿Qué pasa cuando nos supera sentir que todos somos uno, y que no somos más que el reflejo de otro, y el otro, un reflejo nuestro?
En ese momento se nos crispan muchos cables porque creemos que no sabemos cómo enfrentarnos a ello. Hay algo dentro de nosotros que se altera, y ante eso, nuestra cabeza sólo encuentra como respuesta salir huyendo en vez de tratar de encontrar una solución.  Nos salimos por la tangente y nos aislamos del mundo, así sí estamos "bien". Pero, ¿para qué nos sirve saber y pregonar que todos somos uno si luego salimos corriendo a la primera de cambio? Si luego no podemos estar con gente que nos lleva los demonios... ¿Para qué nos sirve si no lo sabemos integrar en nuestra propia persona, en nuestra propia vida, en nuestra propia realidad?
En la “nueva era” hay muchas personas rozando la “iluminación mental”, pero es eso, se queda sólo en MENTE. A veces no sabemos adaptar e integrar tanto concepto y tanta teoría bonita y unificadora que leemos aquí y allá, que escuchamos a otros seres que tomamos como Maestros. No sabemos, o más bien diría yo que, no nos atrevemos a integrarlo porque eso significaría un verdadero cambio, y muchas veces sabemos que aunque lo deseemos, el cambio nos puede dar miedo.

Mentalmente es mucho "más fácil" huir del problema cuando lo tenemos delante, pero eso no sirve. Es "más fácil" aislarnos en un "mundo zen", en un paraíso desierto donde no haya ningún problema ni ningún ruido mental, que estar en el mundo real y atrevernos a solventar cada pequeño obstáculo que se nos presente. Lo "fácil" es encerrarnos en una montaña a meditar, ahí no nos vamos a encontrar nada que nos perturbe, pero la verdadera enseñanza y el verdadero crecimiento personal lo encontramos enfrentándonos a la cotidianeidad de una ciudad, dentro del trabajo, dentro de la familia, con nuestra pareja y nuestros hijos, con los vecinos, con cualquier persona que nos encontremos que nos haga sentir incómodo.
 
Sí, todos somos uno, pero no debemos olvidar que el aprendizaje es individual. Desde esa evolución personal se podrá ayudar al colectivo porque es ahí donde entra la unidad, donde sentimos el lazo energético que nos une a otros, y donde sentimos que si yo cambio y estoy mejor, el de al lado también empieza a cambiar y a sentirse mejor (o no, eso ya no es responsabilidad nuestra). Es como un efecto dominó. Pero hay quienes quieren cambiar y mejorar aislándose de las cosas que le perturban, aislando o apartando a personas que cree que no le hacen ningún bien, y aquí hay dos cosas importantes: Una, todos necesitamos un espacio de reconexión a nuestro interior, es un reconocimiento a nuestro Ser, a nuestro espacio, a nuestra escucha interior, es necesario y recomendable, pero dista mucho del aislamiento en una burbuja de cristal permanente porque no me gusta lo que me rodea.
Y dos, las personas que ya no sirven para nuestro aprendizaje simplemente desaparecen por si mismas, ya no estarán en nuestra frecuencia de vibración y simplemente cada una hará su vida. Pero no tendremos que apartarlas nosotros, simplemente se irán ellas solas.

Como se puede ver, la “unidad” es muy compleja. Para mí, simplemente debemos ser conscientes de ella sin perder nuestro foco directo y principal: Integrar el aprendizaje que me puede traer la unidad, es decir, el aprendizaje que las demás personas me pueden estar reflejando.

Cualquier persona que nos encontremos en nuestra vida nos mostrará una parte de nosotros. En algunas ocasiones estaremos muy a gusto, nos sentiremos muy bien con esas personas. Esas personas mostrarán una parte de nosotros mismos que hemos superado, una parte con la que nos sentimos a gusto con nosotros mismos. Pero esas mismas personas u otras, pueden hacer que en determinados momentos nos sintamos mal, nos encontremos incómodos, nos provoque una reacción de alteración emocional interna y nos den ganas de salir corriendo y “aislarnos”. Ahí es donde se presenta la oportunidad de integrar la unidad que somos. Sabiendo y entendiendo que esas personas sirven únicamente de recordatorio de que algo en nosotros está sin resolver, que está pendiente, y la prueba la tenemos en que no las queremos tener cerca y las queremos alejar. Si en vez de aislarnos en nuestra burbuja de cristal para volver a estar “a gusto” nos entregamos a la observación y a la consciencia, podemos solucionar cosas que en realidad deseamos solucionar y que de momento, lo único que nos lo está impidiendo, es el miedo.

Integrar la unidad es una herramienta que nos sirve para volver a la individualidad. La individualidad significa reconocer que todo aquello que está fuera de nosotros también se manifiesta dentro de nosotros, pero desde nuestro Ser.
Realmente no hay distinción entre la individualidad y la unidad. Unida es igual a unido, pero unidad también es Uno.
 
"Sentir la indivisibilidad de la unidad del Todo en Uno, nos da lo que somos, Seres individuales".
 
 
 

jueves, 4 de diciembre de 2014

"Descompresión"

Presión - Descompresión

 
 
Hay momentos en nuestra vida en los que pasamos por una época de presión. Normalmente son presiones que nos creamos a nosotros mismos, o bien porque dejemos a otra persona que nos imponga una serie de: ritmos, exigencias, peticiones, etc., o bien, porque nosotros lo hemos buscado conscientemente, como podría ser: tomar una decisión difícil, enfrentarnos a un miedo, o lo que sea.
 
En cualquier caso, hemos permitido que esa presión nos invada, nos haga sentir agobiados, a veces, impotentes, otras veces rabiosos, desubicados... pero antes o después esa época debe pasar.

A nivel emocional, la descompresión es el proceso mediante el cual una parte de nosotros mismos quiere volver a posicionarse y a estar bien consigo mismo, y para ello, debe soltar toda exigencia que tenía sobre sí.
La descompresión significa SOLTAR: soltar el estrés, soltar el miedo, soltar todas aquellas emociones que nos tuvieron en vilo durante ese periodo. Y si hacemos una descompresión consciente, va a ser mucho más fácil y rápido volver a la normalidad.
Hacer que se ASIENTE la energía nueva. A partir de esa experiencia que has pasado, sea como sea el resultado, se ha generado una energía nueva, diferente. Si asientas esa pauta desde la consciencia, te va a ayudar de una forma más eficaz en cualquier otra situación parecida que te encuentres.
 
 
Descompresión es volver a nuestro estado de equilibrio y calma. Es como cuando el agua se congela dentro de una botella de plástico. La botella está sometida a la presión de la fuerza del agua y durante el tiempo pertinente, la botella se tiene que amoldar a esa presión antes de estallar. En este caso, nuestro interior (emociones, sentimientos, pensamientos, inconsciente...) es el agua, y nuestro cuerpo, es la botella.
Después de un tiempo donde hemos logrado aguantar esa presión sin estallar (sin caer enfermos), el agua tiene que volver a su estado fluido, donde se pueda amoldar a cualquier cosa.
En muchas ocasiones nos exigimos "tener que estar bien", pero si hemos estado sometidos a una cierta presión, debemos ser flexibles con nosotros mismos y permitirnos el tiempo necesario para hacer el proceso inverso.  
 
Es importante que nos evaluemos para saber si estamos sometidos a cualquier tipo de presión:
- Si se nos quita el sueño,
- Si no descansamos por la noche,
- Si estamos nerviosos,
- Si se altera nuestro apetito,
- Si sentimos cambios bruscos de humor
- Si nos volvemos agresivos
- Si nos ponemos tristes...
Podríamos estar pasando por un estado o experiencia personal que nos está activando una presión de la que a veces no somos conscientes.
Un ejemplo muy común podría ser el estrés. El estrés es presión, y en muchas ocasiones, conseguimos hacer pequeños procesos de descompresión en medio de dicha experiencia, como podría ser a través del llanto, o del ejercicio, o de los paseos, o de la meditación, o del baile, o pintar, o limpiar, o de muchas otras cosas que nos ayudan a soltar.
 
En cualquier caso, cuando nos hacemos conscientes de que hemos estado bajo presión, debemos permitirnos hacer el trabajo inverso, y hacer las actividades que nos ayuden a ello de manera consciente.

Una forma de permitirnos hacer la descompresión de forma saludable es:
- Darnos tiempo. Ser flexibles y comprensivos con nosotros mismos. No debemos exigirnos una mejoría imponiéndonos más presión. Debemos entender porqué estamos en ese estado, qué nos ha llevado a entrar en una situación de presión para poder poner una solución con consciencia.
Si simplemente nos exigimos "estar bien", eso nos ocasiona más carga, es tratar de poner un parche sin saber de dónde surge el problema. 
 
Cuando has pasado una época de presión en la que has estado "al límite", después te toca pasar la etapa de descompresión para volver a la normalidad, entendiendo por normalidad: el equilibrio y un estado de paz y serenidad saludable.